viernes, 9 de mayo de 2008

Lucha por... ¿qué?


Sí. Por la fe.

La decisión de empezar camino en la blogósfera la explico en el texto fijo al final de esta página. ¿Pero por qué el nombre?

Conforme ha ido pasando el tiempo creo que he ido aprendiendo poco a poco lo que en verdad es la fe. O mejor dicho, tal vez he aprendido simplemente a creer.

Hace ya algunos años cuando comencé mi caminar con Dios, tenía algunas expectativas sobre lo que aceptar la fe traería para mí. Conforme ha pasado el tiempo han ido cayendo una tras otra. Y esas caídas, que arrastran a uno mismo, son sin duda algunas desilusiones bastante fuertes. Posiblemente en parte se deba a los discursos que sistemáticamente hemos tomado al evangelizar, para hacer creer a la gente sobre la grandeza de esa palabra tan corta.

En ese tiempo era un bebé espiritual recién nacido, y ahora que soy un niño que apenas empieza a decir sus primeras palabras, puedo estar expectante al ver que la fe:

- No es tranquilidad, sino una inquietud sabroza.
- No es estabilidad, sino un dinamismo siempre activo.
- No es siempre luz, pero sí es siempre energía para seguir buscando en la oscuridad.

Me apropio indignamente de las palabras del P. Cabodevilla (+2003), que expresan muy peculiarmente la realidad - ciertamente grandeza - de la fe:

¿Acaso no es el mensaje cristiano una persistente, tremenda, desazonadora pregunta? No tanto una respuesta a las inquietudes del hombre cuanto una pregunta dirigida a su falsa paz, puesto que dicho mensaje, más que una teoría coherente sobre la vida y el mundo, resulta ser una impugnación constante a todas esas teorías que sobre la vida y el mundo formula incesantemente la razón. El problema del dolor, por ejemplo, ¿quién que no fuese un crédulo o un cínico podría decir que está resuelto, que ya lo resolvió el cristianismo? En el mejor de los casos, la apologética suministra un repertorio de respuestas penúltimas. Lo cierto es que el cristianismo no ha resuelto en absoluto semejante problema, simplemente lo ha disuelto en el misterio. La fe interroga incansablemente: por su propia dialéctica, por fidelidad a su constitución. Lo cual no suprime la certidumbre, si bien la matiza. Insistir en el carácter caminante y descubridor de la pregunta.

¡Por todo esto hay mucho que luchar!

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