viernes, 1 de mayo de 2009

Influenza, crisis, Apocalipsis y otros detalles...


Dentro del temor natural que la presente situación ha despertado, muchos se preguntan si hay "algo más" detrás de todo esto. En tiempos en que la crisis ya había puesto señales de alarma en muchos hogares, para rematar llega una epidemia de influenza que suspende clases, cancela celebraciones religiosas y altera de forma general la vida social de nuestra población. ¿Será que han quedado en evidencia las tendencias cíclicas de la vida natural (con sus múltpiles epidemias en la historia) y de la economía?¿Será que la voluntad de Dios ha emitido las presentes situaciones? Sin duda alguna los biólogos y economistas podrán explicar en cierta medida la mecánica que hay en estos aconteceres, pero muchos encuentran en estos quiebres un profundo sentir encaminado hacia la trascendencia: ¿qué significa realmente todo esto?

Desde que se arrancó la serie de medidas sanitaras en nuestro país, he recibido de muchas maneras la misma pregunta: "¿Tiene que ver esto con el Apocalipsis?" Creo que la mayor sorpresa que se han llevado los que se han acercado es cuando tranquilamente les digo: "En mi opinión, Sí." Inmediatamente después, de una u otra forma llega la siguiente cuestión: "¿Entonces tú crees que ya va a ser el fin del mundo?" Aún con más tranquilidad contesto: "La verdad, creo que no." Es entonces cuando ya queda más confusión. Después de mucho deliberar conmigo mismo, he decidido escribir este artículo para aclarar esta postura. Afirmo que sigo una línea de interpretación que ha sido la más común en la historia del catolicismo, y que incluso compartimos con numerosas denominaciones cristianas. Por un lado, todos estos puntos a discusión, pueden ser un buen momento para reflexionar sobre la parte que menos nos gusta tomar en cuenta de la fe cristiana: "la prueba".

El texto central de nuestra reflexión está tomado de Apocalipsis 6, 1-8:

1 Y seguí viendo: Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al primero de los cuatro Vivientes que decía con voz como de trueno: «Ven».
2 Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: «Ven».
4 Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: «Ven». Miré entonces y había un caballo negro; el que lo montaba tenía en la mano una balanza,
6 y oí como una voz en medio de los cuatro Vivientes que decía: «Un litro de trigo por denario, tres litros de cebada por un denario. Pero no causes daño al aceite y al vino.»
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: «Ven».
8 Miré entonces y había un caballo verdoso; el que lo montaba se llamaba Muerte, y el Hades le seguía. Se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra.

¿Presente, pasado o futuro?

Gran parte de la discusión que se ha tenido en la exégesis del Apocalipsis consiste en la dificultad que representa el colocar el mensaje en el pasado como una narración encriptada de las persecuciones de la Iglesia en sus primeros tiempos, de un mensaje presente para la vida de los cristianos de todos los tiempos, o de un futuro escatológico donde se proyecta el fin del mundo.

El hecho de que la escritura sea válida en y para los tres tiempos no es algo extraño de la lectura cristiana que se ha hecho de la Biblia. El ejemplo más claro tal vez lo podamos considerar en la salvación de Dios hacia el pueblo de Israel, liberándolos de la esclavitud de Egipto (Exódo caps. 12-15). El pueblo tenía en su memoria la gran hazaña de Yahvé al liberarlos del poder del Faraón (tiempo pasado), y lo recordaban continuamente en su liturgia, con la firme esperanza de ser el Pueblo elegido, bajo la opresión y tiranía de otros pueblos una y otra vez (su tiempo presente que se desarrolla en los libros históricos del Antiguo Testamento). Esto fue asumido por la comunidad cristiana que vio en aquel acontecimiento una figura de la auténtica liberación que habría de venir en Cristo (los tiempos presentes proyectados en el Nuevo Testamento) y esto aún es visto de forma escatológica cuando pensamos en la liberación plena que nos espera cuando Dios sea todo en todos (futuro sostenido por la fe).

Sin embargo, la lectura del Apocalipsis en este esquema no resulta tan sencilla por el alto contenido simbólico aplicado en su redacción. Algunos de estos signos parecerían dirigidos con un fin claramente escatológico. Se complica más la situación cuando consideramos a un nivel práctico que históricamente el Apocalipsis ha sido tomado en diversas maneras para generar polémica, justificar posturas religiosas particularmente extrañas, crear un intenso proselitismo sectario con el fin de ganar adeptos, producir una inmensa variedad de películas de terror que hacen del mismo libro bíblico un escrito que inspira miedo, etc.

Pero siguiendo la línea de interpretación de la Iglesia a través de los siglos, podemos afirmar que la lectura en los tres tiempos está presente en el Apocalipsis. Algunos pasajes pueden aludir particularmente a uno de ellos. Para nuestra reflexión consideraremos, sin negar el significado que tienen sobre el pasado y el futuro los cuatro jinetes, (y que en cierto espacio también será explicado) que se alude principalmente al siempre presente de la Iglesia peregrina en la tierra.

Significado de nuestro pasaje

Estamos ante el pasaje donde el Cordero rompe los sellos. Esto es más que una revelación de los propósitos que tiene Dios para la historia, son su ejecución. Ya que ha ocurrido el sacrificio del Cordero (Ap. 5, 6) como rescate de los pecadores, no ocurre una victoria total de forma inmediata, sino que acontecen la serie de desastres que son parte de la historia siempre humana. El fin será marcado hasta que el libro sea leído, hasta que sea abierto el séptimo sello (que acontece hasta el capítulo 8).

Aquí resulta útil comparar los jinetes con sus respectivas representaciones, con aquellos enemigos que Cristo anunció que lucharía la Iglesia ANTES del fin y que encontramos en el capítulo 24 del Evangelio según San Mateo:

1 Salió Jesús del Templo y, cuando se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle las construcciones del Templo.
2 Pero él les respondió: «¿Veis todo esto? Yo os aseguro no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.»
3 Estando luego sentado en el monte de los Olivos, se acercaron a él en privado sus discípulos, y le dijeron: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo.»
4 Jesús les respondió: «Mirad que no os engañe nadie.
5 Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos (posible figura del primer jinete).
6 Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras (posible figura del segundo jinete). ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin.
7 Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos (posible figura del tercer jinete).
8 Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.
9 «Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre (posible figura del cuarto jinete).
10 Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente.
11 Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos.
12 Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará.
13 Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

La mayoría de los exegetas ven que Jesús combina de cierta forma lo que sería la ruina de Jerusalén acaecida antes del final del primer siglo de nuestra era, con una visión escatológica donde se cumpliría la plenitud de su Reino.

En el capítulo 4 del Apocalipsis, los Cuatro Seres Vivientes simbolizan el dominio de Dios tal como se encuentra en los tiempos presentes, con todas sus armas y extensiones. Están "llenos de ojos" para darnos a entender que Dios tiene sus ojos puestos realmente aún sobre lo más oculto de la tierra. Él está al pendiente de todo lo que ocurre. En el capítulo 6 en cuestión, existe una correspondencia entre cada uno de los jinetes con cada uno de los Seres Vivientes. Por ello, estos jinetes son extensiones simbólicas de los Seres Vivientes y hacen en la tierra lo que Aquéllos definen en el cielo (y recordamos que los Cuatro Seres reciben su información de parte de Aquél que está sentado en el Trono). Cada sociedad, cada cultura, cada tierra habitada por el hombre ha recibido en su historia y en distintas ocasiones a los cuatro jinetes, de acuerdo a su respuesta a Dios.

El primer jinete es posiblemente el más enigmático. En su sentido histórico ha sido identificado con los partos, cuyo rey luchaba en forma similiar (caballo blanco, arco) y que alcanzaron una fuerte guerra contra el Imperio. Otros exegetas han querido ver al mismo Cristo, pero reconocemos que es más prudente ver a los cuatro jinetes como un conjunto de calamidades. Diferenciar en tal naturaleza al primero de los otros tres crearía una tensión innecesaria en el pasaje.

La lectura más convincente (y que concuerda también con el pasaje del Evangelio mencionado más arriba) es ver en ella a todo aquello que busca asemejarse a Cristo (incluso una imagen similar anuncia a Cristo glorioso y aparece en Ap. 19, 11-21). Busca parecerse a Cristo para ocupar su puesto de conquistar, pero porta el arco: símbolo de la arma del enemigo de Dios [cf. Ez 38-39]. ¿Por qué entonces afirmamos que este falso Cristo es a la vez una extensión del poder de Dios? ¿No sería contradictorio? El misterio radica en que la respuesta a la falsa doctrina es motivo de juicio, en donde se ve la gloria de Dios cuando la Verdad que es Cristo mismo resulta victoriosa una y otra vez. Se proclama la Palabra de Dios que conquista o condena, según la respuesta dada a ella (Mt. 24, 14). Esta prueba permite la respuesta libre de la fe o el rechazo mismo a Dios en Jesucristo:

17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. [Jn. 3]

El segundo jinete invariablemente representa a la guerra. Cuando el mundo rechaza la Palabra de Dios y se establecen los falsos mesías, la guerra se torna inevitable. Los esfuerzos humanos que buscan paz se verán frustrados y agotados si es que excluyen a Dios.

El tercer jinete representa a la crisis y la hambruna. No es que el negro represente algo opuesto al caballo blanco del primer jinete, más bien simplemente representa ausencia, carestía. El trigo y la cebada son signos de aquello en que la mayoría de la gente depende para subsistir. El sueldo sólo le alcanza al trabajador para comer y mantener a su familia. El pobre se ve duramente afectado, mientras que los ricos siguen teniendo el mismo acceso a sus lujos: aceite y vino. Algunos han visto en estos últimos artículos un símbolo del Evangelio. Mientras que el sustento es limitado como una señal de sacrificio y necesidad de restringirse, el Evangelio y la Gracia siguen dándose en abundancia a los hijos de Dios.

El cuarto jinete es el único que recibe el nombre y éste es Muerte. Es el cuarto juicio inevitable cuando ya han ocurrido los otros tres. Muerte es el poder ante el que sucumbe la humanidad en todo tiempo. El infierno (Hades) es el domino o el reino de la muerte, destinado a aquellos incrédulos, mientras que los que creen en el Señor son librados (Mt. 16, 18).

¿Qué queda para la reflexión?

Ante la crisis y la enfermedad que se presentan en nuestro entorno, nuestra angustia de ser creaturas contingentes y frágiles se hace patente. Curiosamente, el Padre Fortea escribía poco antes de que se despertara el escándalo frente a la Influenza:

"Nada impide que mañana surja un virus que se contagie por el aire, como la gripe, pero que sus efectos sean como el SIDA.Nada impide que la próxima gripe se contagiara como las demás, pero que en vez de fiebre y malestar, produjese hemorragias internas.Sólo la mano de Dios nos protege contra amenazas que ahora ni siquiera imaginamos. Quizá estamos tan tranquilos y el próximo año surgirá algo, que hará que todos nuestros problemas actuales nos parezcan un juego de niños."

Estas crisis son un medio para que como sociedad reconozcamos la necesidad de Dios. Sólo Él tiene el dominio y nuestras acciones por reinar sobre el mundo (y no sólo el natural) se quedan muy cortas.

A nivel personal me ayuda a darme cuenta de quién soy y cómo reacciono ante Dios y los demás. Nuestra condición de creaturas se hace evidente, cuando de tantas formas reaparece aquella primera tentación original de convertirnos en nuestros propios dioses. Yanill Brancaccio, filósofo, escribía sobre la prueba que esto representa:

"Prueba en cuanto que dependerá de nosotros las reacciones que tengamos sobre estos acontecimientos recientes. Ya lo habíamos señalado anteriormente: la crisis económica me define como persona, y ahora más que nunca tenemos que cuestionarnos, ¿esta epidemia qué “saca” de mí como persona? ¿Seré capaz de controlarme y no ver en el otro una amenaza, sino una oportunidad de afirmarme? O más radical aún, ¿podré estar a la altura de las circunstancias y controlar estas variables que me han cambiado?"

En cuanto a Dios, no estará de más aprender a ver en todo esto el Juicio de Dios, que es muy distinto al "castigo de Dios." Estas cosas no son castigo, pero sí son juicio. Algunos buenos sufrirán, pero al final será motivo de gloria para ellos. Así ha sido siempre en la historia de la fe cristiana.

El juicio de Dios hace notar qué estructuras son injustas, qué creencias son falsas, qué cosas no son tan firmes como se creían, en qué está puesta nuestra fe, en qué hemos construido nuestra persona. Pero también hace notar quiénes son justos, quiénes son creyentes auténticos, quiénes están firmes sobre la Roca que es Cristo. San Pablo en el capítulo 3 de la Primera Carta a los Corintios lo expresaba:

10 Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye!
11 Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.
12 Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja,
13 la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
14 Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.
15 Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.

Éste es el anuncio del Apocalipsis que hoy podemos experimentar. Que estas situaciones que nos tocan vivir como familia de Dios no sean motivo para temerle al fin del mundo, sino para realmente preguntarnos sobre el fin último de nuestra propia existencia.

La clave ya la dijo Jesús un poco más arriba: El que persevere hasta el fin, ése se salvará.

1 comentario:

. dijo...

bastante interesante...concuerdo con lo que dices, no hay mucho que agregar haha

¿La cita de san pablo puede defender la existencia del purgatorio?